Silvia Juárez, amiga de la universidad, escribió para "El Independiente", este brillante artículo sobre la realidad de un emigrante.
El sol ardiente y el vapor sofocante que emana desde las entrañas de la tierra árida en el Desierto Sonora de Arizona no detienen a los latinoamericanos que diariamente arriesgan su vida cruzando este inmenso y peligroso trecho. Los inmigrantes con suerte escaparán de morir deshidratados, de ser abandonados por los coyotes por razones económicas o de ser capturados como animales en un juego de cacería por los “minutemen,”un grupo de ciudadanos armados que cuentan con la bendición del gobierno local de apresar a los inmigrantes y llevarlos a la “justicia.” Desde el momento que carecen de un permiso para poder residir y trabajar en los Estados Unidos dejan de ser seres humanos y son denominados “illegal aliens” que al traducirse literalmente al castellano significa “extraterrestres ilegales.” A pesar de tantos factores en su contra, muchos lograrán llegar a su destino. Por ejemplo, en la ciudad de Houston y sus áreas aledañas el 32.9 % de la población es latinoamericana.
Para los inmigrantes recién llegados que no cuentan con un respaldo familiar les espera una amarga realidad. Usualmente habitan hasta 10 personas, en su mayoría hombres, en un pequeño apartamento de una recámara. Los inmigrantes se acostumbrarán ha dormir en el piso, la privacidad y la comodidad serán lujos inimaginables, los hombres aprenderán a lavar y a cocinar y además se adaptarán ha vivir con el miedo constante de ser denunciados por vecinos al Servicio de Inmigración y Naturalización. Aparte de todo esto, tendrán que vivir con la agonía y desesperación de haber dejado su familia en su país natal. Pero el objetivo número uno de hoy en adelante será la búsqueda de trabajo para poder sobrevivir, ya que habrá que colaborar en el pago de renta, agua, luz, teléfono y comida. Tendrán que conseguir empleo inmediatamente ya que hay familias esperando las remesas que proveerán el sustento diario.
Al salir del apartamento, se irán adaptando a escuchar un idioma desconocido, pero pronto se darán cuenta que para poder superarse y defenderse en esta sociedad tendrán que aprenderlo, lo más pronto posible. Pero por hoy, los inmigrantes recién llegados, saldrán a las intersecciones de las avenidas principales, a los vecindarios, a los lotes baldíos y a los estacionamientos de las tiendas donde se vende material de construcción ha solicitarle empleo a posibles contratistas. Serán criticados arduamente como un estorbo y una amenaza por el resto de la población, especialmente por los anglosajones conservadores. Con mucha suerte, serán escogidos para desempeñar cualquier labor en el área de construcción, limpieza de edificios o jardinería. Al finalizar el trabajo, no existirá ninguna garantía de que los trabajadores serán remunerados económicamente, además nadie responderá en caso de que sufran un accidente mientras realizan determinada tarea. Pero, muchos regresaran a sus apartamentos sin poder encontrar empleo, solamente les quedará la esperanza de un nuevo amanecer para continuar su lucha.
Para los inmigrantes que han podido encontrar un trabajo “estable” el día laboral comienza a las 7:00 a.m. de la mañana en una empresa para el cuidado de zonas verdes y jardinería, en la ciudad de Houston. Reunidos en una bodega en las afueras de la ciudad, el supervisor anglosajón le da las ordenes del día al mayordomo, quien es el jefe del grupo de jornaleros. El supervisor jamás cruzará palabras con los jornaleros aunque hable un poco de español. El mayordomo es el encargado de tratar con los jornaleros y de transportarlos en un vehículo de la empresa a su lugar de trabajo. Este jornalero ha ascendido a mayordomo porque ha podido obtener una licencia para conducir, entiende suficiente inglés para poder captar las instrucciones del supervisor y además conoce bastante la ciudad. Es su trabajo velar por los intereses de la empresa asegurándose que el trabajo se haga de una forma ligera y eficaz, ya que entre más trabajo se realice durante el día, mayor ganancia habrá para la empresa. El grupo de jornaleros a su cargo, entrarán por la parte trasera de la mansión donde trabajarán teniendo mucho cuidado de no estropear nada en su camino, ya que cualquier incidente puede significar el despido inmediato o peor aún, un reclamo de los propietarios puede implicar la perdida de un cliente para la empresa. Cada trabajador tiene su tarea específica. Se recogerá toda la basura del inmenso patio en bolsas negras plásticas, se usarán maquinas pesadas guiadas por los jornaleros para cortar la grama asegurándose que el terreno quede impecable, los callos en las manos serán ignorados y también el sol ardiente que comienza a generar un calor insoportable. Se escarbará un área específica para sembrar cautelosamente las flores propias de la temporada. Aunque el calor ya es intolerable y el cansancio es visible en el rostro de los trabajadores, no hay tiempo para descansar, es hora de movilizarse a otro lugar para continuar la jornada. El trabajo se convierte en una rutina casi mecanizada, se trabaja afuera aunque las temperaturas asciendan a los 38 grados Celsius en el verano o desciendan a los -4 grados Celsius en el invierno. El día laboral finaliza hasta que se termina el trabajo o hasta que debido a la oscuridad es imposible continuar. Los inmigrantes trabajarán ha este mismo ritmo de sol a sol, seis días de la semana por un salario mínimo, en muchos casos sin derecho a un sobresueldo y mucho menos ha un seguro médico.
A pesar de tantos sufrimientos y atropellos a los derechos fundamentales de los inmigrantes indocumentados; regresar a su país de origen no es una opción, la situación ahí es más desalentadora aún, debido a la falta de empleo y oportunidades. Los inmigrantes están concientes que los requisitos necesarios para poder triunfar en los Estados Unidos son la legalización y el conocimiento del inglés. Durante las manifestaciones que se han llevado acabo recientemente en diversas ciudades de esa nación, los latinoamericanos le han pedido al gobierno la oportunidad de poder trabajar y residir legalmente en los Estados Unidos. Pero parece que el gobierno no desea reconocer la importancia de la mano de obra de los inmigrantes en la economía de dicho país y ha comenzado ha tomar medidas extremas, tales como las deportaciones masivas, el envío de aproximadamente 6,000 guardias nacionales a la frontera de México y Estados Unidos y la construcción de un gigante muro para evitar que entren mas “extraterrestres ilegales” a su territorio. Pero el miedo a las represalias para los inmigrantes que se encuentran “del otro lado,” han disminuido drásticamente ya que existe una unión inquebrantable entre los latinoamericanos que luchan por un solo objetivo, la legalización.