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En su 28 aniversario martirial, cada vez late más fuerte el corazón de Monseñor Romero en el pueblo salvadoreño, necesitado de una esperanza y de una figura como Monseñor: un líder, un pastor, un defensor de los pobres, un amigo y hermano.
Que cada corazón salvadoreño sea el artífice de la continuidad "Sentir con la Iglesia" que proclamaba Monseñor. Tengamos solidaridad, amor y compasión con el otro. Para ser un pueblo que ama la justicia y la verdad.
Así sea.
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