sábado, julio 18, 2009

Michael, forever.


Y todavía no me la creo. Michael Jackson falleció a la edad de 50 años, pero su legado musical y humanitario prevalece.

En las siguientes semanas va a seguir siendo noticia todo lo relacionado a su muerte, yo quiero hacer algunas precisiones sobre lo que fue y sigue siendo.

Acusaciones de abuso de menores: fue declarado inocente por un jurado, de todos los cargos, claramente las personas (padres de familia y menores) quisieron sacar provecho de su fortuna y él fue muy confiado al abrirles su corazón y su casa. Además que el hecho de dejar que los niños se quedaran en su habitación, no es una norma social aceptable, eso hay que decirlo. Pero nadie duda que sus intenciones eran ayudar a los pequeños y lo hizo siempre.

De negro a blanco: su padecimiento de vitiligo fue la razón por la cual, su apariencia física cambió y después se hizo cirugías plásticas para corregir algunas partes de la cara lo que no fue muy afortunado porque la edad le iba pesando y no se veía bien.

Los hijos: creo que sí son hijos biológicos pero sus genes no predominaron mucho, el niño mayor tiene sus ojos, pero fue su padre, sea como sea, ahora están con la abuela pero todo mundo nos preguntamos con quién se van a quedar? yo creería que la mamá biológica tiene bastante chance pero los niños están en la edad de decidir con quien desean vivir.

RECOMENDABLE: Michael Jackson: 30th Anniversary Special por A&E este domingo 9:00 pm.

Finalmente quiero decir que acompaño las palabras de Jacinta Escudos en su columna de la Revista Séptimo Sentido de LPG (domingo anterior), es muy dulce, su música también hizo parte de mi vida:

Mientras miraba aquel interminable fluir de noticias sobre la vida, obra y muerte de Michael Jackson, pensé que éramos testigos de la muerte del último gran ídolo de la música, uno de tal peso y magnitud que acaso solamente pueda compararse con Elvis Presley. Un ídolo hecho a fuerza de trabajo, talento, agallas, sensibilidad social y visión artística (y no a fuerza de marketing, internet, consolas disimuladoras de malas voces y Photoshop, como tantos ídolos pasajeros de hoy en día).
Y al escuchar de nuevo sus canciones, no pude evitar las lágrimas. Lloré porque su música es parte del soundtrack de mi vida. Lloré porque lo sentí como una especie de hermano desamparado sediento de afecto al que me hubiera gustado darle un abrazo alguna vez. Y lloré porque nada me parece más triste que alguien que cantó y bailó llenando el mundo con su luz, no haya podido encontrar la manera de ser feliz.

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